13/09/2023
Tuvimos el gusto de escuchar al Dr. Ariel Gold en una charla virtual a la que nuestros Socios pudieron acceder para acercarse a las herramientas y conceptos que son fundamentales para la crianza de nuestros hijos.
El Dr. Ariel Gold es un reconocido médico psiquiatra, especializado en niños y adolescentes. Fue profesor adjunto de la Cátedra de Psiquiatría Pediátrica en la Facultad de Medicina, en la Universidad de la República, y actualmente es Director del Departamento de Niños y Adolescentes del Centro Clínico del Sur.
Es un conferencista que ha dado múltiples charlas y cursos a nivel nacional e internacional. Es autor y co-autor de cuatro libros: “Con-vivir”, “Con-vivir en tiempos difíciles”, “Psicoeducar 1” y “Psicoeducar 2”.
¿Para qué le sirve a una persona tener conceptos psicoeducativos?
Básicamente sirve para poder conocerse uno un poco más, y cuando uno se conoce un poco más, es más fácil entenderle la cabeza al otro. La psicoeducación es una de las estrategias para mejorar la convivencia.
¿Qué es un agente de Salud Mental?
Es toda persona que ha logrado impactar en el desarrollo emocional de otra. La idea de hacer psicoeducación es tratar de generar la mayor cantidad de agentes positivos que podamos. Y la verdad, es que los padres no tienen más salida que ser agentes de salud mental para bien o para mal. Porque un agente de salud mental puede ser positivo o negativo.
¿Por qué es fundamental el desarrollo emocional?
El desarrollo emocional es una parte de nuestro psiquismo que sirve, nada más y nada menos, que para poder disfrutar de la vida. Porque es una parte de nuestro psiquismo que nos va a permitir afrontar las situaciones adversas de la vida que todos tenemos y que sus hijos lamentablemente van a tener.
El desarrollo emocional nos permite afrontar esas situaciones doblándonos como un junco y no quebrándonos como una caña seca. Solo podemos saber cómo es el desarrollo emocional de nuestros hijos cuando la cosa se les complica.
¿Somos los padres responsables de la felicidad de nuestros hijos?
No, los padres no somos responsables del 100% de la felicidad en nuestros hijos. Porque básicamente la felicidad es algo tan personal que lo que yo puedo es ayudarlos a que ellos encuentren sus caminos de felicidad, pero la forma de ser feliz va a ser de cada uno.
La verdad, no podemos asegurar la felicidad de nuestros hijos, pero sí les podemos dar herramientas para que puedan afrontar lo que casi seguramente les pase en la vida.
¿Saben qué es lo único que les podemos asegurar?
Lo único seguro es que nuestros hijos se van a equivocar y que van a tener problemas.
Esto no hay que decírselo a los chiquilines, esto es para poder entender aspectos fundamentales del desarrollo emocional.
Tenemos que ayudarlos justamente con herramientas del desarrollo emocional o componentes del desarrollo emocional, para que cuando tengan adversidades en la vida, que es seguro que van a tener, puedan afrontarlas de manera adecuada. Habilidades que están vinculadas a la posibilidad de mejorar nuestra convivencia o hacer posible nuestra convivencia.
¿Podemos ser dueños de nuestras emociones?
Una herramienta sin la cual no podemos convivir es la habilidad de ser dueño de mis emociones y mis conductas. Este componente se llama autorregulación. Y ese mecanismo, que todos tenemos, hay que ponerlo en práctica. Se trata de neuronas que nos permiten hacer dos cosas que hacemos los humanos y no hacen los animales.
Una de ellas es ver el contexto, y la otra -algo fundamental del ser humano- es que nuestro cerebro es capaz de ver el futuro. Las personas podemos ver el futuro.
Esto no viene con los genes. Lo que viene con los genes es la posibilidad de realmente hacerlo con más o menos facilidad. Pero esto es una construcción.
El bebé nace solamente con los aceleradores de fábrica ya instalados, pero los frenos hay que instalarlos afuera del útero. Es decir, alguien va a tener que hacer algo con este bebé para que se pueda convivir con él, porque los frenos son para convivir. El primer aprendizaje social que necesita un bebé para que se pueda convivir con él, es la capacidad de esperar.
¿Cómo se llama la estrategia de educación que yo necesito darle al bebé?
La estrategia se llama: rutinas. Todos en la vida vamos a tener que esperar y son las rutinas las que pueden generar capacidad de espera, pero lo hacen con mucha facilidad en los primeros tres años de vida.
Si yo le pongo rutinas a mi hijo en los primeros tres años de vida, la probabilidad de que él aprenda a esperar es bárbara. Sin embargo, hay estudios que muestran que cada vez hay más chiquilines que no pueden esperar nada y ya tienen cinco años.
¿Cómo logramos sostener las rutinas en la vida de los más pequeños?
Para eso nuestro cerebro es tan genial que con un vocablo logra armar circuitos de neuronas que permiten controlar los impulsos, y que el niño pueda decir “Ah qué lástima yo tenía ganas de seguir jugando, pero está bien hago los deberes ahora”, y no que siempre termine en un berrinche bárbaro. El vocablo que activa estos circuitos neuronales se llama “NO”.
Los “no” bien metidos, dosificados con coherencia, sostenidos y mezclados con los “sí”, son las líneas que ponemos en la carretera de nuestros hijos, son las señales que le ponemos en el camino para que lleguen a buen término. Esa mezcla adecuada de los “sí” y los “no” es lo que llamamos límites.
Personas convivientes y personas convivibles.
Nosotros le llamamos persona a todo aquel que puede tomar sus impulsos y someterlos a valores superiores. Cuando alguien no hace lo que se le canta en el momento que se le canta, decimos que tiene un buen sistema de autorregulación.
Pero si solamente tiene un buen sistema de autorregulación, pero no tiene empatía, le llamamos “persona conviviente”, y lo que necesitamos son “personas convivibles”, personas que no solo se porten bien, como dice la gente, sino que además sea lindo estar con ellos. Y eso es una construcción social. Para que esto sea posible, necesitamos padres físicamente presentes y emocionalmente disponibles para educar.
El enemigo número uno del sistema básico de convivencia.
El estrés es la criptonita del sistema básico de convivencia, es el gran enemigo de la autorregulación y la empatía. Por eso cuando nuestros hijos a veces están desregulados o no les funciona la empatía, puede que haya algo de estrés en esta historia. Y si nosotros reconocemos los componentes que generan ese estrés, podemos de repente tener elementos para luchar contra ellos.
¿Qué necesita nuestro sistema de convivencia?
Nuestro sistema de convivencia se va desgastando a lo largo del día y necesita repararse en la noche. Hay estudios que dicen que, para reparar el sistema de convivencia, necesito por lo menos 7 u 8 horas de sueño. Y además necesito que de esas 7 u 8 horas de sueño, por lo menos 3 o 4 horas sean antes de las 2 de la mañana.
Eso repara nuestros cerebros, porque el cerebro se limpia en las primeras horas del sueño y luego se repara en las otras horas. Otra cosa que necesita nuestro sistema de convivencia son vínculos adecuados. Cuando estoy en un ambiente no funcional, cuando hay discordia severa en el núcleo familiar o lo que sea, es un estresor para el sistema de convivencia y la frustración es continua. Los niños que tienen vínculos no adecuados con sus pares, en su casa, o con sus cuidadores, viven frustrados.
Tenemos que dejar desear a nuestros hijos. Debemos evitar que nuestros hijos digan “Quiero…” y en la O ya lo tengan. Porque estos chiquilines, a la larga, no desarrollan el deseo con facilidad. Como decían los griegos antiguos “nada demasiado”. Y acá aparece el otro estrés por demasiado de algo bueno, el uso problemático de pantallas. Nos está generando problemas bien importantes el hecho de que los chiquilines consumen pantallas de una manera no dosificada.
Los niños no deberían estar en contacto con pantallas en los primeros tres años de su vida, lo dice la Asociación Americana de Pediatría. Vayan a comer a cualquier lugar donde haya un niño chico y comen con una pantalla delante, eso es un disparate.
¿Qué más le podemos asegurar a nuestros hijos?
Como ya dijimos, le podemos asegurar que en algún momento te vas a equivocar en tu vida y en algún momento vas a tener problemas, pero le podemos asegurar algo más: la mayor parte de los problemas que vas a tener van a ser con otra persona.
Para eso tenemos una herramienta en nuestro cerebro que se llama “Habilidad Comunicacional”, que no es otra cosa que la capacidad de comunicarnos adecuadamente.
Existen distintas formas de comunicarnos con otros.
Para saber si una respuesta, una forma comunicacional es adecuada, necesito contestar estas dos preguntas. Cuando me comunico con alguien ¿estoy respetando a esa persona? Y la segunda pregunta es ¿me estoy respetando a mí mismo? Si mi forma de comunicarme no respeta a mi interlocutor, entonces diremos que tengo una forma agresiva; si respeto a mi interlocutor, pero no defiendo mis derechos, diremos que es una forma pasiva de comunicación. Y si no respeto a ninguno de los dos, entonces mi forma de comunicación es pasivo-agresiva. Todos conocemos gente con formas agresivas, pasivas y pasivo-agresivas. ¿Pero saben qué? Hay una cuarta forma comunicacional donde yo expreso lo que siento y lo que quiero, pero siempre teniendo en cuenta el respeto por el otro. Y lo hago en un momento determinado y en el lugar adecuado, esta es una forma asertiva de comunicación.
Si conocen personas asertivas es porque alguien los transformó en asertivos, porque no nacemos de esta manera, sino que nos vamos conformando de esta manera.
¿Se acuerdan del agente de salud mental? Va armando los cerebros para que sean asertivos y para eso los niños necesitan modelos asertivos. Por eso necesitamos desarrollar modelos de
asertividad en nuestra casa. Porque si nosotros tenemos una forma pasiva o una forma agresiva los chiquilines van a copiar alguna de esas formas.
¿Cuáles son los pilares del desarrollo emocional?
El primer pilar fundamental para el desarrollo emocional que vamos a ver, responde a esta pregunta: ¿cuánto puedo? A esto le llamamos “percepción de competencia”. Para que nuestros hijos tengan una adecuada percepción de competencia, deben saber que en algunas cosas son buenos, en otras más o menos, y que en otras tienen muchas dificultades. Pero no para conformarse, sino para tratar de mejorar. Dependen de que los agentes positivos de salud mental, es decir padres y educadores, les hayan dado la oportunidad de experimentar éxitos y fracasos.
¿Cómo se destruye la percepción de competencia? Haciendo regularmente por ellos o por ellas, lo que pueden hacer solos. Lo que solemos llamar: sobreprotección.
No sobreproteger, es fundamental para cuidar uno de los pilares del desarrollo emocional. El segundo pilar y más importante aún, se llama “percepción de autovalía”. Cuando un niño empieza a meterse en la cabecita que vale porque es persona tiene gran parte del camino del desarrollo emocional ya andado. La percepción de autovalía se desarrolla por la demostración explícita de afecto. Tenemos que decirles a nuestros hijos que los queremos y que son importantes para nosotros.
Esto no quiere decir que nunca nos podemos enojar con nuestros hijos, claro que me enojo, pero tenemos que cuidar que ese enojo no sea una agresión para nuestros chiquilines.
Nuestras habilidades para convivir necesitan un terreno fértil donde crecer.
Como vimos, necesitamos desarrollar dos habilidades: sistemas básicos de convivencia y habilidad comunicacional, que son como plantitas que nacen en un terreno que todavía no nombramos y que se apoyan en los dos pilares: la percepción de autovalía y percepción de competencia. Ese terreno que sostiene estos dos pilares se llama autoestima.
Desarrollar una autoestima adecuada, que quiere decir, la idea que uno tiene de sentirse valioso por el mero hecho de ser persona y aceptar que en algunas cosas soy bueno, en otras soy más o menos y en otras soy espantoso; y que eso no afecte a mi ser persona.
La posibilidad de desarrollar una autoestima adecuada depende de lo que llamamos “el arte de educar”.
¿Por qué educar es un ARTE?
Porque necesitamos de cada una de las letras que forman la palabra ARTE.
La A es el Amor que vale la pena, el amor incondicional que solo los que tenemos hijos sabemos de lo que estamos hablando.
La R es el Respeto por la individualidad, por el misterio que hay adentro de cada uno de los chiquilines, ese respeto implica no comparar.
La T es el Tiempo que tenemos que esperar para recoger los frutos. Es la paciencia necesaria para ver los frutos de lo que estoy haciendo, y mientras tanto seguir sembrando y disfrutando las cosas preciosas que nos están dando.
Por último, pero no menos importante, está la E de Empatía. Sin desarrollar empatía es muy difícil lograr todo lo anterior.
Si será un desafío educar que necesitamos todo esto.
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